jueves, 9 de diciembre de 2010

-Sentada en un parque con niños me hice una herida a mí misma en el brazo con la inicial del chico que me gustaba.
-¿Eso lo has puesto en el currículum?
-No, no que va, me acabo de acordar. Me levantaba la costrilla todos los días para que me dejase cicatriz y así no olvidarlo nunca. Juraba que era el amor de mi vida.
-Bueno, ¿cómo todos los críos no?
-No, como todo el mundo. Que el primer amor y el último se sienten igual, eso es lo que se tarda en entender.
-Ya. Y, ¿cuándo te diste cuenta tú?
-Pues cuando dejé de rascarme. Llega un día en el que te das cuenta de que en esa pareja solo quedas tú, y que lo único que te ata a él es esa herida, y que haciéndola sangrar no mantienes vivo su recuerdo, sino el dolor de la pérdida.

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